13 mar 2010

Metallica Caracas 2010


Todo comenzó para nosotros (mi grupo) alrededor de las 3 y algo o cuatro de la tarde cuando llegamos. La cola serpenteaba por todo el estacionamiento de La Rinconada hasta llegar casi a la entrada del Poliedro y adentrarse por kilómetros en un camino de tierra y andamios hasta poder llegar a nuestra locación. Esta fila era la misma hubieras comprado general, preferencial o VIP y ya casi a la entrada del concierto era dónde se dividían.

Los baños brillaban por su ausencia en casi todo el trayecto. Sólo tres o cuatro bañitos estaban antes de pasar por el primer cerco (frente al Poliedro) y ellos estaban en una condición deplorable. Luego había otros pocos pero que estaban full y olían igual de mal.

La revisión, en mi caso, fue casi nula; sólo me pidieron abrir el koala y lo vieron por encimita, nada de tocarlo por debajo siquiera. Pude haber pasado un chuzo, droga, cualquier cosa de haberlo querido así. Además alrededor de toda la cola pasaba gente gritando “No hagan cola, hace mucho sol, van a llegar oliendo a mono, los pongo de primeros sin hacer cola” Luego me enteré que cobraban BsF.50 por esto y vi como unos PM abrían la cerca para dejar pasar primero a los que habían contribuido con su causa. Algo que acoto, esto es así desde hace algunos años porque ya me había pasado en un concierto previo en el Poliedro y escuché que lo mismo fue en Soda Estéreo. Ya está institucionalizado, como los revendedores de entradas del estadio y sucede frente a los ojos de los organizadores, la guardia nacional, los mismos asistentes y nadie dice nada por miedo, porque, si son los policías, los que nos deben proteger, los que lo hacen, qué nos queda, a quién acudir en este país de anarquía.

La mayor sorpresa la llevamos al entrar, luego de casi tres horas de cola. Yo compré una entrada que me costó casi el doble que la general y esta decisión la tomé porque esta entrada me ofrecía poder estar sentada (debido a mis dolores de espalda perennes) y poder estar más alto que general y que VIP. Debido al repentino cambio de locación, dos días antes del concierto, a un lugar que ya no era un estadio sino un campo, Evenpro prometió colocar gradas móviles para colocar a los que habíamos pagado preferencial. Estas gradas estaban por detrás de general y VIP (locación original) pero no tenían la inclinación original de unas gradas de estadio que generalmente cubren al menos hasta primera y tercera base. No, estábamos justo detrás de los otros, en el lugar más alejado.

Pero como si esto fuera poco, además, las supuestas gradas estaban conformadas por tres tablas de un material que se doblaba a cada brinco de los participantes y prometía tirarte al piso en cualquier momento. Estas tres tablas (de unos cinco metros de ancho) estaban colocadas como a 1.5, 2 y 2.5 metros del piso. O sea, estábamos igual de parados que general, detrás de ellos y sólo metro y medio por encima de ellos y pagamos el doble de precio por la entrada. Genial!!

Los precios, exorbitantes. Un chocolate de leche Savoy (el mediano) costaba 20 bolívares, al igual que una bolsa de Cheese Tris o cualquier snack. Un vasito de 250 cc de hielo con cerveza costaba 10 bolívares.

Para rematar, en una ciudad donde no llueve desde hace días, llovió. Los teloneros no estuvieron mal, pero tampoco bien y el público obstinado de preferencial ni les paró.

Al final, por fin llegó Metallica y la banda dio lo mejor de sí por nosotros que en algunos casos teníamos sólo 11 años esperándolos de vuelta, en otros toda una vida. Se asombraron del poder del público de Caracas, en muchas ocasiones dijeron sentirse muy bien esta noche con nosotros, nos preguntaron si podían llevarnos de gira con ellos, ya que –según ellos- ningún otro público había hecho lo que nosotros y prometieron volver antes de que pasen 11 años más.

Por otro lado, el público apoyó a su banda, coreó la mayoría de las canciones, gritaron cuando se les pedía que “hicieran el mayor ruido que hubiera causado un concierto en Caracas”, la simbiosis fue total.

Parecía que ya “Nada más importaría”, que el “Éxtasis de Oro” que nos habían dejado no se quitaría ni por el dolor en los pies, la molestia por la mala organización, el cansancio, calor, lluvia, la caminata en el polvo y en andamios que se tamboleaban queriéndonos dejar caer, ni por el estrés por no tener seguro cómo volver sanos y salvos a casa; pero, al ver más de 20 carros con las puertas abiertas, los vidrios rotos, desvalijados, con golpes por todos lados e imaginar que hubiera sido yo la que hubiera tenido que recoger los restos de mi carrito -que con tanto esfuerzo compré- del piso me dolía el estómago y el alma. Un acto de salvajada de la más animal. Ya no podía ni hablar, sólo pensar en salir de allí, de aquí, del mundo si fuera posible.

Al llegar a casa, mi Twitter me informa que se le achacan los daños a “los que no lograron entrar” o “los que no consiguieron entradas” y eso me lleva a preguntarme, quién es el supuesto culpable de que esas personas no consiguieran entradas. Porque hasta donde yo sé los dueños de esos vehículos no tuvieron nada que ver, no se las quitaron de las manos. Por qué no se fueron a la sede de Evenpro en Caracas y la destrozaron por cobrar los precios más altos por entrada de toda Latinoamérica. Por qué no se fueron a Miraflores a protestar por no crear una economía donde cada quién pueda tener el dinero para comprar lo que quiera.

Pero, qué pasa, que en este país se lleva 10 años culpando al que tiene algo porque otro no lo tenga, aquí se le ha hecho creer a todo el mundo que tiene el derecho de tener lo que sea simplemente porque sí, sin trabajarlo, sin esfuerzo.

Aquí se castiga al que trabaja y se premia al bueno para nada y el primer ejemplo lo da nuestro presidente quitándole el trabajo y esfuerzo de años de algunos para dárselo a otros que al no saber qué hacer con eso lo dejan irse a pique, perder su calidad cómo hemos visto en PDVSA, el sector eléctrico, Cantv, Movilnet, Fama de América y muchos casos más. Aquí se le permite a una empresa como Evenpro estafarnos cobrándonos unas entradas carísimas para colocarnos en un peladero lleno de tierra, para hacernos caminar por kilómetros como en procesión a la Tierra Santa, para montarnos en unos andamios que casi se caían y en fin todas las cosas que antes mencioné y que no les voy a repetir.

En fin, Metallica les quedó grandísimo a los organizadores porque de verdad que se botaron y lograron hacernos olvidar por algo más que dos horas del país en el vivimos. Pero qué rápido volvimos a la realidad…

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